Entre 1620 y 1650 el término belles-lettres, el signo se orientó a no designar más que un conjunto limitado de textos, sobre todo y en particular aquellos que se referían a los oradores y los poetas de la latinidad clásica y de Grecia. Se aplicaba asimismo, en menor medida, a los grandes historiadores que en su narración hacían valer sobre todo la elegancia de la elocución.
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